congreso europeo de catequesis
Frente al actual analfabetismo
religioso, la catequesis debe enseñar lo que Dios ha dicho, sin dejarse
llevar por las cuestiones metodológicas: es la consigna del Cardenal
Mauro Piacenza, Prefecto de la Congregación para el Clero, pronunciada
en un Congreso sobre la catequesis, según informa esta nota de
L’Osservatore Romano, cuya traducción ofrecemos.
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“Iniciación cristiana y nueva
evangelización” es el tema del Congreso internacional sobre la
catequesis promovido por el Consejo de las Conferencias Episcopales
Europeas, inaugurado en la mañana del martes 8 de mayo, en la Domus Mariae de Roma, con la Misa celebrada por el Cardenal Mauro Piacenza, Prefecto de la Congregación para el Clero.
“La primera lectura, que hemos
escuchado de los Hechos de los Apóstoles – dijo el purpurado en la
homilía – lleva en sí las palabras con las cuales el Santo Padre
Benedicto XVI ha querido titular la Carta con la que convoca el Año de
la Fe, por el 50º aniversario de la apertura del Concilio Ecuménico
Vaticano II y por el 20º aniversario de la promulgación del Catecismo de
la Iglesia Católoca, instrumento indispensable para la correcta
hermenéutica de los textos conciliares”.
En el texto, de hecho, leemos que los
Apóstoles “reunieron a la Iglesia y refirieron todo lo que Dios había
hecho por medio de ellos y cómo había abierto la puerta de la fe a los
paganos”. Qué significa este abrir la puerta de la fe a los hombres de
todo tiempo y lugar, lo explicó claramente el Cardenal: “¡Es tarea,
sobre todo, de Dios mismo! Si perdemos de vista este «primado» de la
Obra de Dios, cualquier esfuerzo nuestro estará destinado a no producir
los frutos esperados. Es Dios quien abre la puerta de la fe a nuestros
hermanos y lo hace, sobre todo, a través de su Hijo unigénito. Él es la
«puerta de las ovejas», camino universal y único de salvación para todos
los hombres”.
La imagen de la “puerta” es
particularmente “eficaz porque habla de un «entrar» en una nueva
dimensión, en una realidad que el hombre no puede darse a sí mismo, sino
que es completamente don de Dios”. Sin embargo, ha puesto en evidencia
el purpurado, esta realidad de don, que es “Dios mismo, pide el
movimiento de nuestra libertad, pide que el umbral de la «puerta»,
abierta por Dios, sea atravesado por cada uno de nosotros”. He aquí por
qué “la salvación, universalmente ofrecida, no puede de ningún modo ser
eficaz sin el concurso de la libertad creada, que, sostenida por la
Gracia, «da el paso» y cruza la vpuerta de la fe»”. De aquí nace la
grandísima tarea de la catequesis de la iniciación cristiana, sobre todo
en el horizonte de la nueva evangelización, que es, entonces, por lo
menos doble.
“Por un lado, la catequesis – ha dicho
– debe colaborar con el Señor en «abrir la puerta de la fe», mostrando,
de modo profundamente razonable y humanamente, incluso afectivamente,
percibible, la gran posibilidad de vida, de significado y de realización
que Dios ofrece a los hombres”. De hecho, añadió el purpurado, “si no
volvemos a hacer emerger toda la racionalidad, el atractivo e incluso la
«conveniencia humana» del cristianismo, si no emerge toda la luz que
proviene de la «puerta de la fe», muy difícilmente la perspetiva
cristiana podrá resultar fascinante”. Por otro lado – agregó –, “la
catequesis está llamada a sostener la inteligencia de la fe, a traves
del conocimiento de la Revelación, tanto en sus aspectos racionales como
en aquellos más tipícamente doctrinales, que son su traducción
histórica”.
Una referencia, luego, al concilio
Vaticano II: “debemos reconocer cómo la misma vida moral, tanto dentro
como fuera de la Iglesia, ha sido terriblemente debilitada por una
insuficiente catequesis, por una formación incapaz, tal vez, de dar las
razones de las exigencias del Evangelio y de mostrar, en la experiencia
existencial concreta, cómo éstas son extraordinariamente humanizantes.
¡Todo esto, ciertamente, no por culpa del Concilio!”.
Por esa razón, la catequesis es
siempre también una narratio. En el texto citado encontramos que los los
Apóstoles “refirieron todo lo que Dios había hecho”. En él se contiene,
“en pocas palabras, toda la obra de una catequesis que no es sólo
transmisión de verdades doctrinales, sino que se convierte también en
posibilidad de participación en el mismo Evento de la fe, en el mismo
Evento-Cristo”. “La dimensión doctrinal, sin embargo – subrayó -, bien
lejos de ser secundaria, representa el modo concreto de la narratio, la
cual de otra manera correría el riesgo de volverse arbitraria y
subjetiva y, por eso, ya no creíble. Como ha recordado el Santo Padre en
la homilía de la santa Misa Crismal, estamos frente a «un analfabetismo
religioso que se difunde en medio de nuestra sociedad tan
inteligente»”. La catequesis, concluyó el cardenal -, sobre todo la de
iniciación cristiana, tiene esta gran tarea: “¡Vencer el analfabetismo
religioso, enseñando «qué nos ha dicho Dios»!”. ¡Y sin dejarse paralizar
por las interminables cuestiones metodológicas! Los problemas
metodológicos, queridos amigos, son superados por los santos que, con su
sencillez y vida, son la catequesis viviente más eficaz que Dios mismo
ofrece a su pueblo”.
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