25 4º domingo de cuaresma ciclo A
Ficha 25: Yo soy la Luz del mundo
El
relato es inolvidable. Se le llama tradicionalmente "La
curación del ciego de nacimiento", pero es mucho más, pues el
evangelista nos describe el recorrido interior que va haciendo un
hombre perdido en tinieblas hasta encontrarse con Jesús, «Luz del
mundo».
No conocemos su nombre. Sólo
sabemos que es un mendigo, ciego de nacimiento, que pide limosna en
las afueras del templo. No conoce la luz. No la ha visto nunca. No
puede caminar ni orientarse por sí mismo. Su vida transcurre en
tinieblas. Nunca podrá conocer una vida digna.
Un día Jesús pasa por su vida. El ciego está tan necesitado que deja que le trabaje sus ojos. No sabe quién es, pero confía en su fuerza curadora. Siguiendo sus indicaciones, limpia su mirada en la piscina de Siloé y, por primera vez, comienza a ver. El encuentro con Jesús va a cambiar su vida.
Los vecinos lo ven transformado. Es el mismo pero les parece otro. El hombre les explica su experiencia: «un hombre que se llama Jesús» lo ha curado. No sabe más. Ignora quién es y dónde está, pero le ha abierto los ojos. Jesús hace bien incluso a aquellos que sólo lo reconocen como hombre.
Los fariseos, entendidos en religión, le piden toda clase de explicaciones sobre Jesús. El les habla de su experiencia: «sólo sé una cosa: que era ciego y ahora veo». Le preguntan qué piensa de Jesús y él les dice lo que siente: «que es un profeta». Lo que ha recibido de Él es tan bueno que ese hombre tiene que venir de Dios. Así vive mucha gente sencilla su fe en Jesús. No saben teología, pero sienten que ese hombre viene de Dios.
Poco a poco, el mendigo se va quedando solo. Sus padres no lo defienden. Los dirigentes religiosos lo echan de la sinagoga. Pero Jesús no abandona a quien lo ama y lo busca. «Cuando oyó que lo habían expulsado, fue a buscarlo». Jesús tiene sus caminos para encontrarse con quienes lo buscan. Nadie se lo puede impedir.
Cuando Jesús se encuentra con aquel hombre a quien nadie parece entender, sólo le hace una pregunta: «¿Crees en el Hijo del Hombre?»¿Crees en el Hombre Nuevo, el Hombre plenamente humano precisamente por ser expresión y encarnación del misterio insondable de Dios?
Un día Jesús pasa por su vida. El ciego está tan necesitado que deja que le trabaje sus ojos. No sabe quién es, pero confía en su fuerza curadora. Siguiendo sus indicaciones, limpia su mirada en la piscina de Siloé y, por primera vez, comienza a ver. El encuentro con Jesús va a cambiar su vida.
Los vecinos lo ven transformado. Es el mismo pero les parece otro. El hombre les explica su experiencia: «un hombre que se llama Jesús» lo ha curado. No sabe más. Ignora quién es y dónde está, pero le ha abierto los ojos. Jesús hace bien incluso a aquellos que sólo lo reconocen como hombre.
Los fariseos, entendidos en religión, le piden toda clase de explicaciones sobre Jesús. El les habla de su experiencia: «sólo sé una cosa: que era ciego y ahora veo». Le preguntan qué piensa de Jesús y él les dice lo que siente: «que es un profeta». Lo que ha recibido de Él es tan bueno que ese hombre tiene que venir de Dios. Así vive mucha gente sencilla su fe en Jesús. No saben teología, pero sienten que ese hombre viene de Dios.
Poco a poco, el mendigo se va quedando solo. Sus padres no lo defienden. Los dirigentes religiosos lo echan de la sinagoga. Pero Jesús no abandona a quien lo ama y lo busca. «Cuando oyó que lo habían expulsado, fue a buscarlo». Jesús tiene sus caminos para encontrarse con quienes lo buscan. Nadie se lo puede impedir.
Cuando Jesús se encuentra con aquel hombre a quien nadie parece entender, sólo le hace una pregunta: «¿Crees en el Hijo del Hombre?»¿Crees en el Hombre Nuevo, el Hombre plenamente humano precisamente por ser expresión y encarnación del misterio insondable de Dios?
1. Leemos el punto 1.
2. Leemos el texto de Juan 9,1-41 (punto 2) y el comentario
3. Leemos pausadamente las preguntas del punto 3. Dejamos una pausa de silencio… y comenzamos la oración así:
A veces rehusamos incluso ver o afrontar el mal que hacemos contra Dios y contra nuestros hermanos. Pidamos perdón y reconciliación. (Pausa)
Señor Jesús, toca nuestros ojos y ábrelos a nuestras faltas y pecados: R/ Señor, ten piedad de nosotros.
Cristo Jesús, toca nuestros oídos y ábrelos a los gritos de los pobres y de los que viven solos. R/
Señor Jesús, toca nuestros corazones y ábrelos a tu amor y tu verdad. R/ Señor, ten piedad de nosotros.
Ten misericordia de nosotros, Señor, perdona nuestros pecados, reaviva totalmente en nosotros
la fe de nuestro bautismo y llévanos a la vida eterna.
Oración Pidamos como don la luz de la fe. (Pausa)
Padre de la luz: Tú ciegas los ojos de los que piensan que ven porque sólo confían en sus propias actitudes;
deja a tu Hijo que abra los ojos de los que anhelan tu luz. Que Jesús, luz del mundo, nos cure y nos dé fe
y comprensión. Que restaure nuestra visión para que veamos el camino que nos conduce a ti y a los hermanos,
y para que, al final de nuestra ruta, te veamos con gozo exultante a ti, nuestro Dios,
por los siglos de los siglos. Amén
4.
A modo de información, leemos el punto 4
5.
Leemos el párrafo sobre el cirio pascual y uno o varios de los
textos indicados en la ficha (5) Contestamos entre todos las
preguntas.
6.
Leemos y comentamos el punto 6.
7.
Concluimos con la oración del punto 7, agregando al final:
Introducción al Padrenuestro
Con
Jesús, luz de nuestras vidas, pidamos a Dios nuestro Padre que
perdone nuestros pecados
y nos libre de la tiniebla del pecado. R/ Padre nuestro…
y nos libre de la tiniebla del pecado. R/ Padre nuestro…
Líbranos, Señor, de la oscuridad del mal y del pecado, y concédenos la paz que procede de la justicia
y la amistad. Libéranos de las prisiones que hemos levantado para nosotros y para otros por ciego egoísmo,
y que la luz de tu Hijo brille sobre nosotros mientras nos preparamos para la gloriosa manifestación
de nuestro Señor y Salvador Jesucristo. R/ Tuyo es el reino, tuyo el poder y la gloria por siempre, Señor.
Oración final
Oh
Dios y Padre nuestro: Por el poder de Jesús, tu
Hijo, despiértanos de la noche del pecado y del sueño
de la indiferencia. Que la luz de Cristo resplandezca en nosotros, para que los que viven a nuestro lado
descubran en nosotros un poco de la bondad de tu Hijo, de su amor compasivo, de la verdad que él proclamó,
y de la nueva vida que nos trajo. Ojalá así todos los seres humanos te alaben y vean tu luz,
por los siglos de los siglos. Amén.
de la indiferencia. Que la luz de Cristo resplandezca en nosotros, para que los que viven a nuestro lado
descubran en nosotros un poco de la bondad de tu Hijo, de su amor compasivo, de la verdad que él proclamó,
y de la nueva vida que nos trajo. Ojalá así todos los seres humanos te alaben y vean tu luz,
por los siglos de los siglos. Amén.
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