31 4º domingo de pascua



Ficha 31: 4º Domingo de Pascua (Yo soy el buen Pastor)

1. Leemos el punto 1 de la ficha. Comentamos ejemplos de individualismo.
2. Leemos el punto 2 (incluído el texto evangélico) y respondemos entre todos las preguntas.
3. Comentamos el texto con los puntos 3 y 4 de la ficha, intercambiando aportes cuando haya oportunidad.
4. Podemos sugerir la lectura y reflexión en casa del punto 5, o leerlo entre todos. 
5. El punto 6 es un resumen en forma de preguntas y respuestas
6. Concluimos con un momento de oración:

Elevemos nuestras oraciones comunitarias al Padre (respondemos según la intención:
Te pedimos, Señor o te damos gracias, Señor. También se pueden hacer oraciones de Alabanza).

Decimos juntos las Palabras que Jesús nos enseñó: PADRE NUESTRO.

 O bien con la siguiente oración: Jesús, Buen Pastor, que conoces nuestros proyectos e ilusiones, guíanos por caminos de justicia, enséñanos los tesoros de la vida, por el amor de tu Nombre.
Danos seguridad para que, aunque crucemos por oscuras quebradas, no temamos ningún mal, porque siempre estás junto a nosotros protegiéndonos de trampas y enemigos.
Jesús, Tú que, con gracia renovada, pronuncias con ternura nuestros nombres y nos llamas junto a Ti, busca a las ovejas que están perdidas, sana a las enfermas, enseña a las erradas, cura a las heridas, carga a las cansadas, alimenta a las hambrientas, mima a las que engendran vida  y da Vida abundante a todas. Has preparado un banquete de amor fraterno para celebrar nuestro caminar por el mundo.
En él nos revelas quiénes son tus preferidos y cuáles han de ser nuestras sendas del futuro.
Gracias, Señor, porque nos sostienes y nos guías con tu presencia cargada de Vida. Amén.

Lectura complementaria para profundizar en el texto:
Les aseguro que yo soy la puerta de las ovejas.
Jesús toma la imagen pastoril del rebaño de ovejas. Ellas son guardadas en el corral para que estén seguras de peligro. Los pastores van en su búsqueda y entran por la puerta del corral. No como el “ladrón” y el “asaltante” (ver Jn 10, 1). La puerta es la que permite entrar o salir y Jesús es por quien se entra o sale a la vida eterna.
Cuando Jesús dice “yo soy” está auto presentándose para que todos lo identifiquen… No es una sugerencia la que hace el Señor… es una presentación formal: él es la puerta…. Y no hay otra.
Esta es una gran enseñanza para todos los creyentes y los pastores del pueblo de Dios, no solo los clérigos y religiosos, sino también los que de una manera u otra sirven al rebaño de Dios guiándolo por la senda de la vida. La única “puerta” es Jesús. No se puede ir por otro lado: “Yo soy la puerta. El que entra por mí se salvará; podrá entrar y salir, y encontrará su alimento” (Jn 10, 9). El que entra por Jesús entra a la salvación, a la vida, a la plenitud de la eternidad. Se trata de darnos cuenta que no hay otro camino, otra puerta que no sea Jesús… cualquier camino o puerta que elijamos para entrar a la vida es inválida, superflua y no nos lleva a camino de la vida. Nosotros elegimos.
En un tiempo donde otras creencias empiezan a ser acogidas con buenos ojos, en donde las enseñanzas de Jesús se toman superficialmente y de modo “light”… la Iglesia sigue mostrando con firmeza, “suave en el modo y firme en la convicción”, lo que Jesús nos ha transmitido del Padre Dios. Si bien hay cosas mudables en toda enseñanza religiosa, por ser fruto de la cultura de cada época a la cual la Iglesia se “incultura”, las verdades fundamentales de la Fe siguen tan vigentes como en la época de Jesús. Cuando hoy la vida no vale nada, sobre todo en los niños (aun antes de su alumbramiento) y en los ancianos, la Iglesia nos invita a defenderla con todas las fuerzas en el nombre de Jesús, Dios de la Vida. Cuando los que gobiernan, que en vez de servir, esclavizan y reprimen a golpes a sus conciudadanos, la Iglesia levanta en alto la bandera de la justicia social, de los valores del evangelio para toda cultura o sociedad, aunque por ello deba ser “feliz” al estilo de las bienaventuranzas (ver Mt 5, 10). Jesús es la puerta y, para encontrarlo, la Palabra nos enseña el camino.
Yo he venido para que las ovejas tengan Vida, y la tengan en abundancia.
La venida de Jesús tiene un solo sentido… dar la vida, y vida en abundancia. La única manera de dar vida es comunicándola, entregándola, a los que no la tienen. Un pueblo individualista, sin solidaridad, solo les conviene a los “ladrones” y “salteadores”. Los que aprovechan la vulnerabilidad de los que no saben que son comunidad.
Todos tenemos algo de Jesús, el “Rabbi”. Hay que aprender a vivir y a servir, para enseñar con el ejemplo. Pasar de ovejas a pastores. Solo así podremos crecer como comunidad, tanto social como religiosamente. Se trata de tomar conciencia, de saber quienes somos y qué podemos hacer. De apartarnos de los caminos trillados del “no te metas”, de la falsa seguridad de “que otro lo haga”. Si bien no todos son “culpables” de que las cosas estén como están en este mundo, todos somos “responsables” de que cambien. Los que vienen a “robar, matar y destruir” (Jn 10, 10) van a estar siempre, lamentablemente, son un mal, para nada necesario, pero si presente en este mundo… pero también estamos nosotros, los elegidos, los llamados a ser instrumentos de Vida y Vida en abundancia.
Hay un “ejercito” de hombres y mujeres que se ayudan mutuamente y nunca sin “inservibles” porque saben dar de lo mucho o poco que tienen con amor. Se trata de eso, de pastorear a la comunidad dando ejemplo de vida y cuidando de los más débiles… mientras estos nos regalan su frescura y sus ganas de vivir. ¿Podremos hacerlo también nosotros? 

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