Reflexiones P.Ginel

#Una antología de párrafos elegidos entre los distintos artículos publicados por Alvaro Ginel en nuestro sitio del ISCA
Los catequistas, ante la vista de los resultados, se preguntan: "¿Qué es lo que estamos haciendo mal?" ¿A qué se debe el “fracaso” de nuestra acción catequizadora? Por una parte parece normal que los catequistas de base palpen la realidad de lo que es posible hacer, de lo que hacen y de la consistencia de su tarea y se hagan preguntas. Lo que no está claro es que la pregunta adecuada sea "qué es lo que estamos haciendo mal". Y no parece adecuada porque es una pregunta que se centra en la manera de hacer". Probablemente lo que está pasando en la catequesis nuestra en estos momentos no se solucione con "maneras y modos de hacer la pregunta debería apuntar más al fondo mismo de la catequesis para encontrar una respuesta más global.

La dificultad que los catequistas encuentran es que la fe “no pasa” a los destinatarios. Existe una barrera que "frena” la acción catequística. La fe y las expresiones de la fe que se narran o proponen "no pasan, no “quedan", parece que caen en el vacío y no llegan al corazón y a la vida de los catequizandos. Dicho con palabras académicas tenemos que hablar de la "ruptura de la transmisión de la fe”. No es que no se enseñe a fe. Es que "no se ve la fe enseñada". No es que no se predique la fe, es que no se sabe para qué vale". Y por eso la fe no se asienta en el corazón de las nuevas generaciones, a la vez que se difumina de la perspectiva vital de muchos jóvenes y adultos que un día fueron "instruidos en la fe”. Tanto es así que comienza a pesar la decepción y algunos se preguntan cuál es el futuro del cristianismo. El fenómeno de la transmisión de la fe no es algo original de nuestra Iglesia en España, sino un problema mundial, al menos en Occidente.
Quiero hacer una observación que me brota de la experiencia y trato con catequistas y con responsables de la catequesis. Me da la impresión que en el imaginario colectivo existe una manera de gestionar la catequesis en la comunidad que parece intocable. Se ha consolidado a lo largo de muchos siglos y ha logrado grabarse en las paredes no solo de las parroquias sino en las mentes de todos. A la hora de estudiar los problemas de la catequesis, da la impresión de que se buscan “retoques” para que vuelva a funcionar “la catequesis de toda la vida”(es decir, la que comenzó hace unos cuatro o cinco siglos, no la de los primeros siglos del cristianismo). Uno tiene la sensación de que en algunos ambientes eclesiales todo funciona "pensando en restablecer o restaurar, la vigencia de una forma de catequesis" que ahora, por defecto en una pieza del sistema, no funciona bien. Este esquema me parece peligroso, porque quizás encierra, de manera solapada, unas resistencias secretas a cambios profundos de la catequesis en el seno de la comunidad cristiana, que es la responsable de la transmisión de la fe a las nuevas generaciones y que es "el origen, lugar y meta de la catequesis" (DGC 254).

Estamos en una etapa de la historia de la catequesis difícil, dura, apasionante, cambiante, sin referencias inmediatas a las que acudir. Los cambios en el mundo y en la actual sociedad occidental son muchos. Todo está cambiando. Queremos que cambie la catequesis e introducimos pequeños "retoques", muchas veces mirando sobre todo hacia atrás y sacando lecciones del pasado reciente, poniendo soluciones que nos parecen importantes desde la experiencia acumulada que tenemos, desde lo que hicimos años atrás. Ponemos la mirada en la "sabiduría de la historia colectiva" para hacer propuestas, modificaciones, retoques. Nos damos cuenta, poco a poco, de que con esas "soluciones de retoque" no se cambian las cosas, no se llega a los objetivos pretendidos, no se soluciona el problema. Lo que nos pasa en catequesis nos ocurre en otras realidades de la vida. Estamos llegando a la conclusión de que hoy no vale cualquier solución de "retoque". Se nos pide algo más. Esta es una difícil lección que tenemos que asumir y que nos cuesta aprender porque tenemos que inventar algo nuevo. Es tiempo recio y por eso no nos valen los remiendos. Es preciso cambiar de odres. Odres nuevos para los tiempos nuevos.

Los niños, adolescentes y jóvenes que en la escuela tienen como profesores a personas “tituladas”, con un expediente académico que avala su preparación para la tarea que realizan, en la catequesis nos encontramos con “personas de buena voluntad”.
Ciertamente que muchas de estas personas están dando lo mejor de sí y lo mejor de su fe. Ciertamente que la catequesis tiene una dimensión que escapa a toda posibilidad de evaluación, pues interviene el Espíritu. Ciertamente que los catequistas están haciendo una labor que en muchos casos ni quieren ni pueden hacer los presbíteros que la comunidad tiene. Ciertamente que gracias a la fe de catequistas sencillos muchos hombres y mujeres han entrado en diálogo con el Dios de Jesús. Todo esto es cierto. Y más. Pero también es verdad que el Espíritu nos pide en toda ocasión hacer el esfuerzo de  responder con valentía, ciencia y preparación a las necesidades del momento para acoger la realidad del sujeto que demanda iniciarse en el seguimiento de Jesús de Nazaret.
Sueño con un catequista que es maestro. La palabra maestro aquí la entiendo en un sentido muy amplio: maestro de vida. Para vivir no nos basta tener muchas cosas en la cabeza. Tenemos que tener la cabeza bien amueblada, al menos con lo esencial. Pero tenemos que saber vivir. Una madre, un padre, un director espiritual, un acompañante es el que nos alienta y nos ayuda a vivir, sobre todo en esos momentos en que “tenemos la teoría”, pero no sabemos hacerla práctica. Un acompañante no hace el camino a nadie, pero da pistas para que cada uno haga su camino. Un maestro no da por hecho que se ha llegado a la meta, sino que da perspectiva y señala que queda mucho por hacer.
Dios hoy está abriendo nuevos caminos de presencia... y no nos damos cuenta.
Dios hoy está viniendo de nuevo, como ayer, como siempre, y no nos damos cuenta.
Dios hoy está haciendo señales y guiños para ser reconocido, y algunos sí que se dan cuenta mientras otros viven esperando (¡o promoviendo!) la “repetición” los signos de ayer...
Hoy es momento de novedad, es momento de susurro, es momento de intimidad... Los íntimos de Dios saben que Dios no nos ha abandonado. Es momento de novedad. Dios nos sorprenderá. Seguro que no nace, que no viene por los caminos que le marcamos. Dios no quiere que el hombre le marque caminos. Dios siempre inaugura él mismo los caminos por los que llega.
Una vez pregunté en clase de «Actualización Teológica» a un misionero que pasaba un año de reciclaje después de 34 años de misión en África, cuál era el resumen al que él llegaba de su acción pastoral y misionera en una Iglesia minoritaria, circundada por religiones ancestrales y por el Islam. Lo pensó un poco y dijo: «Estar y escuchar». El grupo se quedó en silencio. Todos sentimos que allí se había dicho algo no esperado, inmensamente sencillo e inmensamente profundo. En dos palabras se había resumido todo un tratado de pastoral. Dos palabras que son dos misterios: Encamación-Cristología y el misterio de la Iglesia en el mundo. Redescubrir la acción catequética hoy nos lleva a «Estar y Escuchar», a ahondar en Cristo y a ahondar en la Iglesia. Éstas son las fuentes que nos darán el agua que necesitamos.
Alvaro Ginel SDB

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