La Catequesis Kerigmática, una expresión del nuevo paradigma catequético


La historia de una iniciación
Hay una vieja leyenda del noroeste argentino que narra la iniciación del alfarero. El antiguo arte de amasar creativamente la tierra se transmite, todavía hoy, de generación en generación. Con toda la solemnidad de un rito de iniciación, el alfarero anciano ofrece al alfarero joven su mejor y más perfecta vasija.
En esta entrega callada y cargada de esperanza está la herencia. Todo lo que él ha aprendido, la delicadeza de las curvas y la armonía de los colores. Todo es entregado al joven alfarero con el mismo silencio de la semilla que se hunde en el surco para generar la vida nueva. Ni siquiera una palabra se dicen. Pero en el acto de la entrega, en el tesoro dado y recibido, se comunican lo más valioso de sus vidas.
El joven recibe la vasija con la ilusión de los inicios. Probablemente no sepa todavía qué va a hacer con el don recibido ni imagina, tampoco, cuánto va a crecer en él. Pero lo recibe, dispuesto al itinerario que marcará su crecimiento.
Con la perfecta obra en sus manos es ya un alfarero adulto. Tiene, por fin, todo el derecho y todo el deber de ser quien está llamado a ser. Y, entonces, él hace su maduro acto de libertad. Acepta ser alfarero y elige cómo serlo.
Lejos de guardar la obra convirtiéndola en el recuerdo de un tiempo pasado, él la rompe en mil diversos pedazos y comienza su obra de alfarero iniciado. En cada nueva vasija introduce un trozo de la vasija del anciano alfarero. Ninguna de las nuevas piezas es idéntica a la pieza primera recibida durante la iniciación. Pero, en el secreto del barro amasado, todas ellas contienen parte del valor de la vasija inicial.

La fe es un don destinado a crecer en el corazón de los creyentes 2
El Kerigma o Primer Anuncio corresponde al momento de la acción misionera en el que se manifiesta el núcleo mismo del misterio cristiano: la persona de Jesucristo muerto y resucitado. Una vez suscitada la fe, y después de la
conversión inicial, el nuevo creyente emprende un camino de crecimiento y maduración. Éste es el tiempo propio de la Catequesis cuyo fin definitivo “es poner a uno no sólo en contacto sino en comunión, en intimidad con Jesucristo”. 3  Es el tiempo de la Iniciación a la vida cristiana, a través de tareas que abarcan las diversas dimensiones de la fe que se vive, se testimonia, se conoce, se celebra y se hace oración.
“Ya el Papa Pablo VI, considerando este desafío, ha puesto a la Iglesia frente a la urgencia de encontrar nuevos caminos para proponer la fe cristiana.4 Así ha nacido el instrumento del Primer Anuncio, entendido como instrumento de propuesta explícita, o mejor aún, de proclamación  del contenido fundamental de nuestra fe. Una vez asumido a pleno título en la tarea de elaboración de un nuevo proyecto de los itinerarios de introducción a la fe, el Primer Anuncio debe estar dirigido a los no creyentes, a aquellos que, de hecho, viven en la indiferencia religiosa. Este Primer Anuncio tiene la finalidad de proclamar el Evangelio y la conversión, en general, a quienes todavía no conocen a Jesucristo. La Catequesis, distinta del primer anuncio del Evangelio, promueve y hace madurar esa conversión inicial, educando en la fe al convertido e incorporándolo en la comunidad cristiana.” 5
En el dinamismo de la fe llamada a crecer queremos precisar la relación entre Primer Anuncio e Iniciación Cristiana. Esta relación se da en un contexto en el cual alcanzamos a descubrir tres núcleos críticos. Por un lado, el cambio epocal con sus notas de pluralidad y de validación de las diversas propuestas, que ponen al hombre (varón y mujer) de hoy en un gran espacio de libertad para elegir, con escasas posibilidades para discernir. Por otro lado, la persona humana en sí misma en su búsqueda exacerbada de autorrealización, a veces más allá de las responsabilidades que devienen de su misión y de su estado de vida. También, un tercer núcleo no menos importante, aquello que los miembros de la AECA llaman “el divorcio entre Iglesia y sociedad” 6, señalando entre otros estos factores: la carencia de instancias eclesiales atractivas para la sensibilidad actual, la no comprensión de la doctrina de la Iglesia en moral sexual y bioética, la difícil opción por lo pobres en buena parte de los creyentes…
Toda esta complejidad cultural, existencial y eclesial hace preciso un nuevo análisis de la relación entre Primer Anuncio e Iniciación Cristiana. El concepto de Catequesis ha sufrido un desborde semántico con respecto de su función tradicional, expresa el Hno. Enzo Biemmi 7. Tal desborde se ha dado en tres etapas: a) la primera como distinción del Primer Anuncio (sitúa la Catequesis como un tiempo sucesivo); b) su colocación al lado del Primer Anuncio, que la reconoce distinta pero paralela; c) su connotación cualitativa que la pone dentro del Primer Anuncio. Hemos pasado, por lo tanto, de una concepción espacial lineal de la relación Catequesis/Primer Anuncio (que los distingue en base al momento de intervención), a una concepción cualitativa, circular, que tiende a hacerlos simultáneos.
Primer Anuncio e Iniciación Cristiana se requieren mutuamente. Si sólo se realizara el Primer Anuncio, éste se volvería estéril sin la paciencia, la espera y el acompañamiento a lo largo del itinerario de la Iniciación Cristiana. Si, por el contrario, se pretendiera comenzar un proceso de Iniciación sin la puerta del Primer Anuncio, el proceso también se volvería estéril. Dando por supuesta una fe que no existe, el proceso terminaría convirtiéndose en una rutina de repeticiones que desemboca en una pasiva y formal pertenencia a la Iglesia y en una religiosidad difusa.
Las denominaciones que empleamos ilustran la naturaleza de la relación: Catequesis Kerigmática o Catequesis Misionera o Catequesis de la Propuesta. Para expresar esta relación no alcanza con decir “la dimensión misionera de la Catequesis” o “una Catequesis en un contexto de misión”. El nombre, en sí mismo, expresa el carácter recíprocamente inclusivo de un término de la relación en el otro.
 La Catequesis Kerigmática, una expresión del nuevo paradigma catequético
El nuevo paradigma catequético, que venimos investigando desde hace algunos años 8 tiene diversos rasgos que van favoreciendo su comprensión más en el campo de la reflexión que en el campo de la acción catequística. Con esta denominación: “Catequesis Kerigmática”, estamos expresando algunos de sus rasgos.
Un nuevo paradigma, no sólo en el ámbito catequético, sino también en el complejo mundo cultural actual, se va desarrollando y explicitando a partir del paradigma que lo precede. Por momentos, más o menos largos, pueden convivir hasta que, finalmente, por una multiplicidad de causas y condicionantes, se instala el nuevo paradigma. Por eso, para comprender mejor el nuevo paradigma catequético, optamos por expresar los rasgos de la Catequesis Kerigmática en una dinámica de transición:
  1. de una Catequesis de la herencia a una Catequesis de la propuesta,
  2. de una Catequesis que impone a una Catequesis que deja espacio a la opción,
  3. de una Catequesis exclusivamente de la enseñanza a una Catequesis del acompañamiento,
  4. de una Catequesis de la repetición a una Catequesis de la elaboración personal,
  5. de una Catequesis uniforme a una Catequesis personalizada.9
La pedagogía de la Catequesis Kerigmática
En la Catequesis kerigmática no hay una imposiciones, sino proposiciones, que invitan a  realizar el descubrimiento de la novedad atrayente y convocante del Evangelio. Este descubrimiento puede ser motivado y favorecido, pero siempre es absolutamente personal. Se trata, entonces, de una pedagogía propositiva que da lugar a la opción y a la elaboración personal. Requiere acompañamiento e itinerarios diversificados.
Según nos enseñan los pedagogos las notas que caracterizan la personalización son…
  1. la autonomía,
  2. la creatividad y…
  3. la singularidad10
La personalización de la fe supone, por lo tanto, una fe elegida libremente. No una fe que se asume por simple tradición, sino una fe por la que se opta con fuerza, con entrega y también con creatividad…,  según el estilo de cada persona, siempre única, irrepetible y singular. Esto supone la encarnación de unos valores: los del Evangelio. La experiencia favorece la encarnación de esos valores que llegan al interior de la persona, al núcleo más íntimo de su personalidad, encaminándola a ser lo que Dios realmente la llamó a ser. Cuando nos apropiamos de la fe libre, creativamente y según nuestra propia singularidad, crecemos y nos perfeccionamos, porque la verdad sobre nosotros mismos, atesorada en nuestro interior, nos hace optar por la fe y elegimos vivir de acuerdo con esa misma fe.
La identidad y la misión de las diversas comunidades se expresan a través de los valores que en ellas circulan. Las comunidades cristianas vehiculizan los valores del Evangelio, posibilitando verdaderos itinerarios a través de los cuales las personas hacen suyos esos valores, dando su respuesta de fe y configurando sus personalidades a través de la identificación con la persona de Cristo. La encarnación de los valores del Evangelio se produce en un ambiente en el que circulan esos mismos valores. Por eso la “pedagogía del ambiente” 11 es un camino privilegiado para la experiencia creyente. Podemos resignificar esta convicción y decir que una comunidad de fe es el “ambiente” propicio para vivir las experiencias que suscitan y hacen crecer la fe de sus miembros.
Los que compartimos el mismo Pan tenemos una sola fe, un solo Señor y un solo Bautismo. Pero la experiencia de fe siempre es única, personal e intransferible. No se copia, no se imprime, no se imita, no se transmite por simple repetición. Ella es…
  1. libre en la opción,
  2. creativa en la expresión,
  3. y fiel a la singularidad de cada persona.
Como en la iniciación del alfarero
El aprendiz podría haberse contentado con imitar la vasija que el maestro artesano ponía en sus manos. Si hubiera hecho esto, su iniciación hubiera sido incompleta… Hubiera obstaculizado su crecimiento, impidiéndole tal vez alcanzar la estatura y el talento del maestro. Por eso, la propuesta del artesano mayor permitió al aprendiz no reducirse a un simple imitador,  para dar el paso de la reproducción a la opción personal, de la uniformidad a la personalización…

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